En ocasiones no puedo decir que no extraño esas noches donde solo eramos tu, yo y el universo, donde las estrellas eran testigo de nuestra felicidad y el oscuro cielo el manto con el que cubríamos nuestro amor, ese amor que crecía noche a noche, día a día y con cada instante que pasábamos juntos.
Que sentir tu respiracion sobre mi cuello,
sentir como tus manos recorrían mi cuerpo,
sentir tus labios que jugaban con los mios,
era lo mejor que existía en esas noches donde yo me sentía sola,
y eras tu quien aliviaba esa sed que invadía cada poro de mi cuerpo,
cada necesidad mía era saciada cuando estabas tu a mi lado.
Por que solo tu eras capaz de apagar este fuego que crecía si tu no estabas a mi lado.
Pero un día el saciar mi sed no fue suficiente y te marchaste,
dejaste en mi ese fuego que se avivo con tu partida y que poco a poco se fue apagando al llegar la soledad, esa soledad que no fue capaz de saciar mi necesidad de ti.
Fuiste tu quien me enseño a sentir, fuiste tu quien me enseño a amar y ver que de todo
yo era capaz por ti, me enseñaste a soñar despierta.
Fue a ti a quien ame y por ti no lo he vuelto a hacer, por ti vivía,
tu eras el oxigeno que necesitaba para respirar, fuiste tu quien me lo quito
y por ti me sentí morir.
Hoy por mi he vuelto a vivir, por mi he vuelto a sonreír y tu dejaste de ser
para mi una necesidad, una razón para vivir.